¿Y sabéis que es lo primero que se me pasó por la cabeza? “Torrijas”.
Sí, si, como lo leéis, lo primero en lo que pensé al oír Semana
Santa fue en las deliciosas torrijas. ¡Ummmh, qué ricas!. Si es que al final,
las cosas más sencillas, son las que te calan más hondo.
Porque no me negaréis
que hacer torrijas no es lo más sencillo del universo. Bueno, puede que lo
segundo o tercero más sencillo, pero con unos cuantos ingredientes que todos tenemos
en casa, podemos hacer este postre-dulce-desayuno-merienda que está para
chuparse los dedos.
Hay muchas formas de hacer torrijas, y cada uno usa sus
propios toques o truquis; hay quien las moja en vino o licor, o las endulza con
miel, pero yo soy muy básica: pan, leche y huevos. Y aceite de oliva, claro,
que sino no hacemos ná.
Para preparar torrijas para dos personas vamos a necesitar:
- Pan, 4 rebanadas grandes de unos 3 cm de grosor, a poder ser del día anterior o de dos o tres días. Yo he utilizado el pan de pueblo del Mercadona que nos encanta
- Leche, aproximadamente un vaso
- 1 huevo
- 1 o 2 cucharadas de azúcar
- Aceite de oliva para freír
Cortamos el pan en rebanadas de unos 2 o 3 cm de grosor. Por
un lado batimos el huevo en un plato y lo reservamos. En otro plato ponemos
leche en la que habremos disuelto el azúcar y vamos remojando las
torrijas, que queden bien empapadas, pero sin llegar a deshacerse.
Sacamos el pan de la leche, y cuando deje de gotear lo
metemos en el huevo que hemos batido previamente, vuelta y vuelta, que quede bien impregnado y seguidamente
lo echamos en la sartén con el aceite bien caliente.
Cuando esté dorado por un lado le damos la vuelta, y una vez
dorado por ambos lados, lo sacamos a un plato con papel absorbente. Cuando
hayamos terminado de hacer todas las torrijas, espolvoreamos con un poco de
azúcar por encima, y a disfrutar.
Me salieron 4 torrijas grandotas, y una de ellas me la zampé
caliente, no puede esperar a que llegase mi chico del trabajo, el olor me
tentaba. El resto nos las comimos juntos, el con leche y yo con zumo de
naranja. Nos supieron a gloria bendita. Qué sabor, qué olor, qué recuerdos de
cuando las comía de merienda con mis primos en el pueblo, cuando íbamos en
vacaciones de Pascua. Eran otros tiempos en los que no se contaban calorías; ahora estoy pensando en los días que tendré que ir a correr para quitarme de encima las dos torrijas pero... que buenas estaban!.
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